viernes, 31 de julio de 2020

Fushimi Inari



Fushimi Nari. Esta mañana me lo recordaba mi móvil  cuando me sentaba en la Vespa blanca. Y lo hacía después de muchos años sin aparecer en las redes.

Es muy extraño subir una entrada diez años después. Que esta entrada verse sobre una experiencia en Extremo Oriente. Que, además de todo lo que decimos, ahora estemos en una pandemia y, oue si fuera poco, en hora de calor.. Un trago duro.

Retomo el blog con un dibujo que he hecho hoy sobtre una experiencia que pasó justo hace dos años ahora: Calor en Kyoto... rodeado por Juanma....

sábado, 30 de julio de 2011

Los días raros


Son días raros...

Raros porque estoy de vacaciones, porque las cosas a veces no salen como quieres, raros porque simplemente te saturas de algunas cosas -aunque no sepas de cuáles- y no sabes exactamente qué hacer para librarte de ellas, si es que de verdad quieres hacerlo.

Raros, que no significa malos. Pero raros, al fin y al cabo. No sabes cuándo vinieron, ni cuándo se irán. Tampoco te preocupa mucho, o te preocupa en demasía, y por eso no te preocupa mucho, precisamente. Por eso son raros.

Raros porque, simplemente, son raros. Así de simple. Raros porque sí.

Y la cuadratura del círculo se completa cuando quedo enamorado de una canción que lleva ese nombre, "Los días raros". Empieza en celofán... y acaba en eco...

viernes, 29 de julio de 2011

El albañil turquesa


Es bien sabido que una de las aficiones más comunes del gremio de la construcción en España es la de piropear a cuantas mujeres pasean por el entorno de la obra en la que éstos se encuentren trabajando. En los últimos tiempos, dicha práctica está disminuyendo, no tanto porque nuestros albañiles estén menos aduladores, o menos poetas, sino más bien porque la mayoría de ellos se encuentran engrosando las listas del paro, por aquello de la tan conocida crisis del ladrillo.

Que los tiempos están cambiando es algo que nadie lo duda. Que en todos los sitios se cuecen habas, tampoco. Y en este sentido, quiero recordar en esta calurosa tarde de julio al albañil turquesa. Lo llamaremos así por la acertada combinación de colores que siempre presentaba, y en la que destacaba siempre su impoluto casco del color del cielo. Dicho albañil, que por sus proporciones bien habría podido estar sobre una pasarela de moda más que sobre un andamio, tenía la costumbre de divisar sus dominios desde lo más alto del edificio en obras en el que desempeñaba su labor a diario. Recuerdo alguna vez haberme sentido intimidado al mirar hacia arriba y verlo allí, en actitud desfiante, sin apartar la mirada. Recuerdo también otra vez, al volver de desayunar con una compañera del trabajo, cómo al comentarle las extraordinarias cualidades físicas del obrero en cuestión, ésta alzó su mirada para darme su aprobación, e inmediatamente después gritar con toda la potencia vocal que pudo: "Viva el turquesaaaaa".

Pues eso, que viva.

Algunas obras no tendrían que terminar nunca

viernes, 8 de julio de 2011

La Calle del Infierno


En la Feria de Abril de Sevilla, la zona de atracciones se llama la Calle del Infierno. Queda lejos Abril, pero no las ferias, Al menos no quedan lejos las ferias que irán alegrando las vidas de tantas y tantas personas a lo largo y ancho de España durante este verano recién estrenado. Hace pocos días estuve en la feria de Algeciras. Mañana estaré en la de Estepona. Y la semana próxima, en la de La Línea. Todas las ferias son alegres, o al menos eso pretenden. Pero no todas son iguales. En unas, hay casetas. En otras, la fiesta se concentran en la plaza del pueblo. Lo que nunca cambia es la zona de atracciones. Las hay grandes, medianas, pequeñas... pero nunca falta el mosaico de camiones y rulots detrás de los comúnmente llamados cacharritos. Siempre me llamaron la atención los feriantes. Recuerdo que, cuando pequeño. observaba día y noche el montaje de cualquier puesto de turrón en los días que antecedían a la feria del pueblo. Por aquellos mismos años, y hablo de los ochenta, me desvivía por ir a la calle del Infierno de la feria de Sevilla. Aún hoy,.muchos años después, me parece imprescindible. Y comerme una hamburguesa en "La Tartana", que hace las hamburguesas como le da la gana....

Sin embargo, mis recuerdos más felices vienen de mis días de niño. Los cacharritos que más recuerdo son aquellos que se levantaban airosos sobre las casetas rojas y verdes. Pocos quedan ya. La mayoría quedaron obsoletos. Otros se reinventaron. Pero el skyline de finales de los 80 era el que véis: La Barca Vikinga, La Nube, El Anillo, el Martillo, el Tapiz, El Tronco... por mucho que me siga gustando montarme en las atracciones más novedosas de la feria después de comerme una hamburguesa como colofón a la noche. siempre preferiría reencontrarme con aquella nube con arcoiris que se elevaba a lo más alto y te ponía el estómago en la boca sin necesidad de darte mil vueltas bocabajo....

Una parte de mí quiso ser feriante....


martes, 5 de julio de 2011

Guapo´s


Desconfien siempre de cualquier establecimiento con apóstrofe. Es una ley no escrita que no falla nunca. Siempre se cumple. Un grupo musical con apóstrofe siempre será un sinsentido hortera y con fecha de caducidad. Una peluquería con apóstrofe será una fábrica de horribles y abominables peinados, de imposibles postizos y de tintes indescriptibles. Al castellano no le sientan bien las apóstrofes. Eso es cosa de yankees. Lo sabemos, pero hay gente empeñada en no entenderlo. Como también hay madres y padres empeñados en poner a sus hijos nombres como Kevin, Jonathan, Yeray, Yesenia, Shauny o cosas aún más inverosímiles. La cuadratura del círculo se habrá producido cuando, años después, alguno de ellos abra un establecimiento que lleve por nombre, por ejemplo, "Yesenia´s Peinados". En ese caso, aconsejamos salir huyendo y no parar hasta Nueva Zelanda.

Guapo´s podría haber sido el nombre de una boyband pop, o el de una discoteca gay. Pero sólo es el título de este dibujo. Hace referencia a aquellos que se creen guapos, pero ni con mil apóstrofes lo serían, a pesar de sus cultivados cuerpos. Este año estuve un par de meses yendo, por primera vez en mi vida, a un gimnasio. Comprendí entonces la particular fauna de dicho ecosistema, hasta entonces desconocida para mí de forma directa si exceptuamos alguna que otra incursión televisiva a través de programas como "Callejeros" o "Comando actualidad", por poner dos ejemplos de espacios aficionados a la carnaza. Entendí, como digo, las motivaciones y prioridades de estos especímenes. No faltaban ni una tarde. Solían vestir las camisetas más apretadas que uno imaginarse pueda, dándose la paranormal circunstancia de que apenas sudaban. A veces se reunían en torno a algún aparato de levantar peso en una especie de competición por ver quién más kilos levantaba. No eran, sin embargo, tan competitivos como pudiera parecer, puesto que, cuando la tarea era harto difícil, el levantador era ayudado por otros compañeros, que le cogían de la espalda o le sostenían la cintura para evitar lesiones. Los levantamientos eran casi siempre superiores a los cien kilogramos. Todo el ritual venía acompañado de dolorosas gesticulaciones en la cara y de unos gemidos que, pese a ser de esfuerzo, bien parecían de otro tipo, lo cual hacía atraer mi atención desde la bicicleta estática, haciendo disparar mi imaginación. De guapo´s no tenían nada, como digo, a pesar de que hubiera algún brazo ciertamente fuerte´s.

A veces los veo por la calle. A decir verdad, muy pocas. Estarán el el Gimnasio´s.

lunes, 4 de julio de 2011

Feliz No Cumpleaños, Andrea


Andrea es como una niña mayor. Es capaz de mantener conversaciones más interesantes contigo que cualquier adulto. Claro que, ahora que pienso, eso le pasa a la mayoría de los niños....

Hace unas semanas, Andrea celebró su No Cumpleaños. Durante todo el año había tenido que asistir a los cunpleaños de no pocas personas mayores del trabajo de su madre. Dado que el suyo pasó sin pena ni gloria, y no pudo ser celebrado allá por Navidad, su madre decidió organizarle una fiesta sorpresa que sirviera también como despedida a tan singular año. Entre globos de colores, botellines de cervezas y tupper-wares, Andrea descubrió algunos regalos: Un libro sobre princesas, la autocaravana de los Pin y Pon, el juego de mesa Operación, un balón de baloncesto y dos cuentos. Uno de ellos era un encargo de la madre a dos profesoras de Lengua. El otro era una ocurrencia mía. Esta era la portada. En su interior se sucedían algunas de las historias de este blog, adaptadas, eso sí, a una niña de 7 años. No sabemos si a la niña le ha gustado, ni siquiera sabemos si lo ha leido, pues desde aquel día nada sabemos de dicho regalo. Tampoco sabemos si ha jugado mucho al baloncesto, en aquel piso tan pequeño. Esperemos que este verano tenga tiempo y espacio para leer, ver paints y encestar canastas. En cualquier caso, esperemos que tenga tiempo para hacer lo que más le guste.

Hoy también vale... así que... Feliz No Cumpleaños, Andrea!


martes, 28 de junio de 2011

Huyendo


Anabel huía. No sabía de dónde. Tampoco a dónde iba. Sólo sabía que no quería estar allí. Quizás era porque no le gustaba la gente. Quizás porque estaba cansada. Anabel huía porque sí, porque no sabía qué hacer en aquel momento. No miraba hacia atrás. Tampoco miraba hacia delante. O sí. Sólo quería llegar a casa. Y descansar. Y estar sola. De repente no se sentía querida, ni valorada. Hacía calor. El que azotaba las calles a principios de verano. Y el que ella llevaba dentro de sí. Demasiado fuego en sus entrañas, demasiada pasión. Anabel huía porque no se encontraba cómoda. No quería estar más tiempo. Y caminaba rápida por calles inhóspitas, frías, aburdas, como absurda era la noche que le arropaba. Su lugar ya no estaba allí, sino en otro sitio. No sabía dónde. Pero caminaba firmemente, buscando un refugio en el que seguir huyendo. En silencio. En soledad. A veces el dolor es tan grande, el malestar tan intenso, que no cabe en una plaza. Por eso huía.

domingo, 23 de enero de 2011

Ana y el termo de lentejas


Aún a pesar de las posibilidades que nos brindan las redes sociales, hay amigos y conocidos de la infancia con los que nos es prácticamente contactar, por lo que su presencia se reduce a los recuerdos de media docena de anécdotas que, si uno pone un poco de empeño, se reconstruyen de forma más o menos nítida. Si uno realiza la tarea de abstraerse, algo cada vez más difícil, podrá recordar otras tantas historias que creía olvidadas.

Cuando uno piensa, por ejemplo, en una amiga del cole, le vendrán siempre las mismas anécdotas, las mismas imágenes. Y esto es lo que me sucede con Ana, a la que asociaré de forma permanente con su termo de diseño setentón, la mayoría de las veces lleno de lentejas. Durante mis años de EGB en Sevilla, estuve un par de meses en el Comedor. No hay que olvidar que, hace no tantos años, también había clases en horario vespertino. Algunos niños y niñas, y Ana era una de ellas, tenían la suerte de poder traerse la comida de su casa. Yo, por contra, tenía que aguantarme con los horribles guisos de la cocina del colegio. Ana era un ser especial, y por eso estaba marginada en clase. Por motivos distintos, yo también lo estaba. Las circunstancias hacían que nos juntáramos en los recreos, en las clases. A ninguno de los dos se nos daba bien estudiar. Ninguno de los dos tuvimos tampoco la suerte de contar con una buena maestra, que no tuvo otra ocurrencia que hacernos repetir en 5º a los tres que ocupábamos la última fila de la clase, en base a un sistema antipedagógico que premiaba con avanzar hacia la pizarra a los más estudiosos e inteligentes y retroceder, por tanto, a los que, por diversas razones, no éramos capaces de lograr el ritmo de la clase. Una selección natural de la peor estirpe.

Ana era torpe, eso saltaba a la vista. Morena de piel, con una melena rubia kilométrica, tenía los labios carnosos y la mirada algo perdida detrás de sus gafas de pasta. Su madre era una señora alta y bien parecida, muy asidua a La Charada, de la que ya estuvimos hablando por aquí. Ana parecía estar enamorada de mí. Es algo que siempre pensé. Una vez nuestros caminos se hubieron separado, me llamaba a casa de vez en cuando, me escribía cartas, y logró concertar una cita conmigo cuando cursaba COU, sin resultados satisfactorios para ninguna de las partes afectadas.

Es abrir el cajoncito de los recuerdos y empezar a salir cosas y más cosas, como las lentejas del termo de Ana....

domingo, 16 de enero de 2011

Campismo em Portugal



Comentaba el otro día con una amiga la diferencia entre pernoctar en un hotel y en un cámping. Acabé resumiéndole mi experiencia durante el pasado verano. Hasta entonces, nunca había tenido la posibilidad de pasar una sóla noche de mi vida dentro de una tienda de campaña. Y a pesar de mi sibaritismo y de una cierta aversión a los insectos, la experiencia fue de lo más diverrtida, hasta el punto de que no me importaría repetirla, entre otras cosas porque la economía no se resintió de forma alarmente.

Dado que la situación económica no se presentaba especialmente bollante a principios del verano, Juanma, Cuca y yo decidimos organizar un viaje por Portugal de aproximadamente una semana de duración. La idea era estar tres noches en Lisboa y posteriormente ir bajando por la costa hacia el Algarve para, desde allí, regresar a Sevilla., Mi coche sería el vehículo de transporte. Ni aviones, ni trenes, ni compañías de autobuses. El planteamiento del viaje era ir a la aventura, puesto que no contactamos con ninguno de los campings, entre otras cosas porque no sabíamos dónde ibamos a quedarnos, y todo dependería de la improvisación y de las circunstancias del momento.

Con estas premisas partimos de una Sevilla inmersa en la enésima ola de calor una mañana del mes de Agosto hacia Lisboa, no sin antes parar en algunas bellas localidades del Alentejo, como Estremoz o Évora. Pudimos conseguir plaza en el camping lisboeta a pesar de llegar a la caída de la tarde. Tres días después, dormíamos en Vila-Nova de Milfontes La noche siguiente, en Carvahal (junto a Zambujeira do Mar). La de después, en Sagres. Y la última, en la Isla de Armona, donde un error de cálculo nos obligó a hacer acampada libre en la playa tras descubrir que no existían campings en la isla y que el último barco del día hacia Olhao había zarpado ya.

Una semana de montar y desmontar la tienda, de inflar y desinflar los colchones hinchables, de conocer y desconocer a tus vecinos. Una semana de duchas compartidas, de comidas cocinadas con la ayuda del camping-gas. Una semana de botellines de cerveza Sagres, de porros a la luz de la luna. Y todo esto, con la mejor compañía. Una semana con risas, con momentos de cansancio pero con otros de total relajación, con alguna discusión pero con mejores reconciliaciones. Unos días inolvidables junto a un coche naranja y con el cielo como único cobijo.

Para siempre en nuestro recuerdo...
 
 
 

viernes, 14 de enero de 2011

La mujer de negro


En La Línea hay muhos personajes. Está plagada de ellos. Sepa, quien no haya estado, que esta población es un constante catálogo de la más bizarra antropología. Sirva como ejemplo esta mujer vestida de negro, que preside mi calle desde su sillita, sea la hora que sea y sin importar lo más mínimo las condiciones metereológicas.

La mujer de negro supera ya los 80 años. Vive en un antiguo barrio de pescadores muy cercano a la linense Playa de Levante, en el que abundan desvencijadas casas de una planta, de fachadas desconchadas pero de vivaces colores. Con su vestimenta de medio luto, podría decirse que supone el contrapunto a tan luminosa calle. Sin embargo, y a pesar de los apagados tonos que utiliza absolutamente todos los días, esta señora llena de vida el trozo de calle en la que reina desde su trono. Su trono es una castigada silla que coloca en la puerta de su casa, o enfrente de la misma si es allí donde el sol ilumina. Controla, desde muy tempranas horas de la mañana y hasta bien entrada la noche, todos los movimientos que se suceden a su alrededor. No duda en saludar a todo el mundo, y rara es la vez en la que no saca un tema de conversación, generalmente relacionado con las temperaturas y/o precipitaciones.

Sales a por el pan y está ella. Vas al centro para hacer unas compras y está ella. Decides dar un paseo y está ella. Te lanzas a la búsqueda de un paquete de tabaco y éstá ella. Es la guardesa de la calle. De tantas horas que pasa al sol, su piel tiene un tono entre rosa y ennegrecido muy característico. La calle es tan suya que una vez la descubrí miccionando sobre una alcantarilla. Allí, en la calle, junto a su casa, pero en la calle.

Tremenda...
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