viernes, 14 de enero de 2011

La mujer de negro


En La Línea hay muhos personajes. Está plagada de ellos. Sepa, quien no haya estado, que esta población es un constante catálogo de la más bizarra antropología. Sirva como ejemplo esta mujer vestida de negro, que preside mi calle desde su sillita, sea la hora que sea y sin importar lo más mínimo las condiciones metereológicas.

La mujer de negro supera ya los 80 años. Vive en un antiguo barrio de pescadores muy cercano a la linense Playa de Levante, en el que abundan desvencijadas casas de una planta, de fachadas desconchadas pero de vivaces colores. Con su vestimenta de medio luto, podría decirse que supone el contrapunto a tan luminosa calle. Sin embargo, y a pesar de los apagados tonos que utiliza absolutamente todos los días, esta señora llena de vida el trozo de calle en la que reina desde su trono. Su trono es una castigada silla que coloca en la puerta de su casa, o enfrente de la misma si es allí donde el sol ilumina. Controla, desde muy tempranas horas de la mañana y hasta bien entrada la noche, todos los movimientos que se suceden a su alrededor. No duda en saludar a todo el mundo, y rara es la vez en la que no saca un tema de conversación, generalmente relacionado con las temperaturas y/o precipitaciones.

Sales a por el pan y está ella. Vas al centro para hacer unas compras y está ella. Decides dar un paseo y está ella. Te lanzas a la búsqueda de un paquete de tabaco y éstá ella. Es la guardesa de la calle. De tantas horas que pasa al sol, su piel tiene un tono entre rosa y ennegrecido muy característico. La calle es tan suya que una vez la descubrí miccionando sobre una alcantarilla. Allí, en la calle, junto a su casa, pero en la calle.

Tremenda...

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