jueves, 23 de diciembre de 2010

La procesión del girasol


Todos los años a finales de julio se celebra en el pueblo de mis padres una procesión al estilo sevillano. Un poquito descontextualizado todo, pero hay que reconocer las buenas intenciones que en ella desempeña la familia que donó la virgen al pueblo y que, con pocos medios, consigue sacar el paso con 30 costaleros y con una banda de música que, por lo general, suele ser de primera categoría.

Hace al menos diez años, tras la procesión de la Virgen, el grupo de amigos nos fuimos a pasar la noche a un enorme cortijo ubicado cerca de una pequeña aldea, a unos diez kilómetros de nuestro pueblo y no muy lejos del embalse que abastece de agua a toda la comarca. El cortijo tenía un patio delantero muy grande donde estuvimos prácticamente bebiendo toda la noche, aunque también comimos algo. Pasaron las horas y allí prácticamente nadie se acostaba, pues sólo dos parejas optaron por meterse dentro de las habitaciones. El resto estuvimos cantando y bebiendo allí toda la noche, y si a alguno le entró frío, lo solucionó cogiendo una manta pero siempre allí, en el patio, en ese corro que teníamos montado en torno a las botellas de vodka, whisky o ron.

Cuando el día empezaba a clarear sólo tímidamente, decidimos todos, salvo las dos parejas citadas antes, salir a andar por aquellas carreteras secundarias y caminos que rodeaban al complejo cortijeril. Ni que decir tiene que nos fuimos todos cargados con nuestros cubatas y con los correspondientes complementos que se necesitan para la ingesta de una siguiente copa (alcohol, refresco y hielo). Anduvimos durante largo rato cantando hasta que, con el sol asomando en el horizonte, nuestra amiga Irene señaló hacia el campo mientras con voz de niña pequeña decía: "Cójelo, Sera". En la campiña extremeña se alzaba, solitario, un enorme girasol que Serafín decidió arrancar para así cumplir el deseo de Irene. Una vez llegó con la planta, no recuerdo cómo pasó, que lo tomé en brazos y empecé a canturrear una marcha procesional, algo que debemos interpretar como la doble influencia de la procesión del día anterior (por un lado) y de la descomunal borrachera que tenía no sólo yo sino todos mis acompañantes sin ningún tipo de excepción (por otro). De repente, alguien se sacó el chicle que llevaba en la boca y lo pegó sobre la cabeza del girasol para que hiciera las veces de boca. También les colocaron ojos y nariz. Serafín se erigió en capataz e iba por tanto al frente de toda la comitiva. Los amigos que allí estábamos (al menos unos 15 ó 20) se alineraon detrás como si de disciplinantes se trataran, e iban jaleando todo el espectáculo con vivas a la "Virgen del Girasol". Como parecía que no era suficiente, una botella de coca-cola calentorra sirvió para que la virgen llorara, de forma que se le arrojaban chorreones de forma intermitente para que el efecto fuera lo más realista posible. Parecíamos estar poseídos en esta escena surrealista pero, creedme, real, cuando todo este espectáculo surcaba el campo extremeño ante la mirada atónita e incrédula de los conductores de los pocos coches que pasaron por la zona en tan intempestivas horas. Volvimos al cortijo de esta guisa cuando el sol ya picaba en la nuca y entrando a los sones del himno de España. Irrumpimos en las habitaciones de las parejas con nuestra virgen particular y al poco tiempo nos acostamos de cuatro en cuatro en las dependencias del cortijo. Al despertar, y desde entonces, este es un tema recurrente en las conversaciones cuya temática es "te acuerdas...?".

Para mí, uno de los momentos más divertidos que he vivido nunca, y aún hoy soy incapaz de explicar la causa de aquella enajenación mental transitoria que sufrieron tantas personas a la vez un fresco amanecer del mes de julio.... le preguntaré a Iker Jiménez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...