viernes, 24 de diciembre de 2010

2CV


No ha existido ni existirá jamás coche más bonito que el Citroën 2CV. De pequeño me gustaron siempre esos coches que parecían que iban a volcar en cualquier curva: El 2CV, el Dyane6, el Mehari o el Ami8. Cada vez que veía uno, me sentaba en los minúsculos parachoques y me ponía a saltar como si de un columpio se tratase. Botaban y botaban sin parar. Tenían una sonoridad muy particular, distinta a la de los demás coches. Parecían tener vida propia. Los propios faros eran como unos ojos que nos miraban, a modo de dibujito animado. Casi siempre tenían colores vivos, luminosos. Tenían poca potencia pero estoy seguro que más de una familia, y más de dos, recuerda a estos coches como si hubieran sido parte integrante de la misma. Hoy ya se ven muy pocos por nuestras calles. Al ver uno vuelvo mi mirada, extasiado, y vuelvo a mi niñez. Es como si de repente irrumpiera el color en la oscuridad. Espero que nunca dejen de aparecer, aunque sea de vez en cuando. Hacen falta en este mundo tan idiota y tan absurdo

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