sábado, 25 de diciembre de 2010

Los Vikingos


En la década de los '60, fueron muchos españoles, y en especial andaluces y extremeños, los que salieron a probar suerte a otros lugares, incluso del extranjero. Tal fue el caso de "Los Vikingos", cuatro hermanos solterones que marcharon a Francia. Al tiempo regresaron a su pueblo natal con algún dinerillo ahorrado que les permitió montar un establecimiento comercial de lo más variopinto, en el que las personas podían adquirir productos procedentes del extranjero. Es posible que en sus inicios, el comercio fuera moderno e incluso rentable, pero como con el paso de los años nunca se renovaron las existencias, terminó por convertirse en un auténtico museo de los horrores al que sólo se acudía para comprar complementos de Navidades y Carnaval. Absolutamente obsoleta todo ella, la visita a la tienda de los Vikingos era obligada cuando de pequeños nos aburríamos y queríamos reirnos de los personajes del pueblo. Y no era para menos: La familia vikinga estaba compuesta por dos hermanos gemelos regordetes que tenían la curiosa costumbre de ponerse los pantalones a la altura del sobaco y que llevaban siempre camisas blancas. Ninguno de los dos tenía demasiadas luces, como tampoco las tenía su hermana delgada, apodada "La Mona" por su fealdad extrema. La hermana gorda era la más inteligente de la familia, y se supone que fue la encargada de acumular unas riquezas de forma compulsiva, ya que nunca salían de casa y tenían en el banco millones y más millones de pesetas. Malvivían míseramente, y eran el hazmerreir del pueblo. Eran la versión extremeña de los Monster. Unos freaks al estilo de los retratados por Tod Browning en esa maravilla que en España recibió el nombre de "La parada de los monstruos"

Cuando llegaron a viejos, los hermanos varones conocieron a sendas muchachas de compañía procedentes de Sudamérica que les lograron convencer para casarse, sabedoras ellas del dinero que tenían. Sea como fuere, los vikingos se casaron con ellas, que se encargaron de robarles todo el dinero que pudieron, comprando todo lo que desearon y vendiendo cualquier tipo de inmueble, para abandonarlos una vez se agotó la gallina de los huevos de oro. El final de la historia termina, como se ve, con moraleja, pues unas personas que podían haber vivido prósperamente toda su vida, optaron por guardar y guardar, viviendo en condiciones infrahumanas, hasta que alguien de fuera vino para robarles todo lo que habían acumulado absurdamente durante los últimos 40 años.

Aquí los vemos posando a los cuatro hermanos. Algunos ya no viven, y el resto está terminando sus días en un asilo.
 

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