jueves, 23 de diciembre de 2010

Emilia y Mari


Hace ya bastantes años, cuando yo era pequeño, mis padres tenían una casa en una urbanización de un pueblo del Aljarafe, en Sevilla. Allí nos íbamos algunos fines de semana y, sobre todo, todos los meses de Julio de todos los años. Una alta barrera vegetal separaba nuestro jardín del de nuestras vecinas, Emilia y Mari, además del marido de la primera (Emilio) y el hijo de la segunda. Emilia era la madre y Mari la hija. Del marido nada se sabía aunque corría el rumor de que estaba en la cárcel por algo relacionado con las drogas. Ella decía que estaba trabajando en Suiza. Yo nunca lo ví. En esta familia todos estaban gordos. Tenían el jardín adornado con fuentecitas diversas y bancos de mármol. Toda una demostración kitsch. Eran freaks por naturaleza y por eso resultaban tan adorables. Se trataba de un matriarcado en el que las mujeres, y especialmente Emilia, la madre, tenían la sartén por el mango. A Emilia le gustaba disfrazarse de vez en cuando cogiendo los primeros trapos que encontraba por su casa y, acompañada de su hija Mari (eternamente con su bata de avispa), hacía toda una peregrinación por la urbanización, de casa en casa, provocando la risa en todos los demás.

Emilia además nos contaba anécdotas diversas. Alguna vez nos contó que su madre se le había aparecido al final de la escalera allí, en la casa del campo. Una noche estaba Emilia tumbada en una hamaca de su jardín relajadamente mientras hacía un crucigrama, y su hija Mari, que estaba en nuestro jardín tomando una cerveza, decidió gastarle una broma delante de todos nosotros. Se acercó sigilosamente al jardín contiguo y susurró entre los matorrales: "Emilia, Emilia.... soy tu madre". En ese momento, Emilia pegó un salto y salió corriendo hacia el interior de la casa mientras gritaba: "¡Emilio, Emilio, que me ha hablao mi madre!". Nosotros nos tuvimos que reir en silencio y a continuación nos fuimos al único bar que había en la urbanización. Al poco rato apareció Emilia con la cara descompuesta del susto que había tenido y nos contó que le había hablado su madre en el jardín. Cuando nos miró y vio que no podíamos aguantar la risa miró a su hija y le dijo: "Has sío tú, no, hijaputa?"..... creo que esta es una de las anécdotas más divertidas que recuerdo de mi niñez. Cada día nos hacían reir. Eran freaks en estado puro, de ésos que ni siquiera saben que lo son.... este es el "aje" y la gracia de Andalucía Occidental... ya estoy aquí desde ayer. Nos vemos en los bares.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...