martes, 28 de diciembre de 2010

La ciudad de las personas


A lo largo de los últimos tiempos, los sevillanos estamos asistiendo a una transformación sin límites de nuestra ciudad. Los cambios externos son muy fáciles de percibir, habida cuenta de la multitud de obras que nos asaltan en cada esquina y que pretenden, seguramente con buen criterio, hacer más habitable nuestra ciudad. Uno de los argumentos que más repiten los políticos para acallar las voces críticas que surgen a causa de las molestias que dicha transformación está ocasionando a la ciudadanía es que se está construyendo un sueño. Una ciudad para las personas. Hasta aquí todo correcto. Pero habría que reflexionar otras cuestiones que también tienen que ver con la vida de las personas, y con la vida de las ciudades. Y es que, para bien o para mal, esta ciudad ha vivido siempre de puertas afuera. Hace muy pocas semanas entró un vigor una ley que pretendía -o eso nos dijeron- acabar con el botellón y la muy manida "movida". Los cuerpos de seguridad están haciendo todo lo posible para acabar no sólo con la ingesta de alcohol en las calles, sino también con cualquier concentración de personas que toman una copa cívicamente en la puerta de cualquier bar del casco histórico. También se ocupan de cerrar los establecimientos a horas mucho más tempranas de lo que la gente estaba acostumbrada. Con ello lo que se está consiguiendo es que Sevilla, la ciudad de las personas, deje de vivir la noche. Habría que recordar aquí que una ciudad son también sus bares, su vida nocturna, y que la vida de la misma fluye también en ellos. Los lugares de reunión han sido siempre focos desde los que muchas veces han irradiado ideas que en no pocas ocasiones han iluminado la sociedad y las mentalidades. Pretender acabar con esa idiosincrasia es un planteamiento torpe, por injusto, y no hace sino desmentir el consabido eslógan de que se está construyendo una ciudad para las personas

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