jueves, 23 de diciembre de 2010

Comerciales


Antes de desembocar en la educación, a la que fui llegando poco a poco sin saber que mi fin estaría en las aulas de un instituto (de las clases particulares de Primaria a los talleres extraescolares en Mairena del Aljarafe, de ahí a las oposciones, de las oposiciones a la realidad de la ESO), estuve dando tumbos por algunos trabajos detestables, o al menos para mí. El trabajo de comercial es uno de los más horrorosos que imaginarme pueda. Eso lo digo yo porque se me da mal. No porque sepa hablar de cara al público (al contrario, me gusta; si no no sería profesor), sino porque me da la ligera impresión de que no me va aquello de convencer al otro de algo en lo que ni siquiera yo creo. Mi trabajo consistía en ir ofertando cursos gratuitos de formación para trabajadores. Entraba en las empresas y en los bares con cara de cordero degollado y deseando de volver a casa lo antes posible. Trabajé en dos empresas similares. En ambas gané una miseria y disfruté menos aún. Me ayudó a saber que, si bien en aquellos momentos aún no sabía qué quería, ya me empezaba a dar cuenta de lo que no quería. Mi trabajo actual puede estresar, sí, pero... ¡es tan distinto trabajar con seres humanos y no con números como la mayoría de la gente!

En la imagen, dos comerciales de Retevisión (¿hoy se llama Auna?) que llegaron un día a mi casa,y que, a pesar de la terrible rebeca de ella y del megalunar de él, resultaron simpáticos y todo.

P.D.- Esta noche piso el Real...

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