Cuesta Maneli

Hace muy pocas horas he llegado de pasar el fin de semana en una playa del Atlántico desde la que se atisban los horizontes de Portugal. Me lo he pasado muy bien y doy gracias por ello a Alexis, María y Curro, mis compañeros de viaje.

Es posible que si le contaras a cierta gente que estuve esos días con mi ex-novia y su actual novio, y con otro ex-novio, y que todos nos llevamos bien, dirían que les resultaría extraño. Extraño o no, para mí es normal, y de veras que estoy encantado con esa extraña normalidad.

Hoy nos hemos vuelto a Sevilla con un color de piel ligeramente distinto al que teníamos hace unos días. Curro y yo nos hemos vuelto después, y ha tenido a bien llevarme a una playa entre Mazagón y Matalascañas, que he descubierto hoy gracias a él, y que me ha parecido maravillosa. A Cuesta Maneli tienes que bajar durante más de un kilómetro por un sendero rodeado de pinos y matorrales, que se alza sobre una gigantesca duna. De repente aparece, como una explosión azul, el Océano. La playa, que andando unos metros tornábase en nudista, estaba dominada por unos acantilados en los que no mueren las olas, e incluso había un chiringuito, de esos que nunca faltan por aquí por el sur. Porque somos así, qué le vamos a hacer. Marchando unas cervezas y unas sardinitas.

En el dibujo me podéis ver a mí, con mi inconfundible cicatriz, y a Curro. Hoy le quiero dedicar mi fotolog a él, que cada vez está mejor y se muestra más él. A veces pienso que no soy lo suficientemente cariñoso con él a pesar de que lo quiera mucho. Y lo mejor es que él es más cariñoso conmigo de lo que yo en realidad creo. Así me lo hace saber desde hace mucho, y, además, ya incluso lo dice. Pero no sólo eso. No sólo le dedico el fotolog de hoy a él. Este dibujo es de los dos. Porque gracias a los dos ha madurado una relación de amistad que es posible que pensáramos que no fructificaría, hace ya casi tres años... y aquí estamos. Aquí estamos porque hemos venido.