Tengo el placer de presentaros en primicia a nuestras queridas amigas las bingueras. Se conocen desde pequeñas y son solteras desde que nacieron. Actualmente viven solas, cada una en su casa, en el barrio sevillano de Santa Catalina. La más gordita de las dos siempre fue la más fea, pero pertenece a una familia más adinerada, con imponentes cortijos e insondables posesiones en la Vega de Carmona. Ello siempre le otorgó cierta superioridad sobre su amiga, que de joven fue pretendida por innumerables hombres debido a su belleza y su delgadez. Ella siempre dijo que no, que sola es como mejor se estaba. El tren pasó para las dos y ahora consumen sus vidas entre el mercado, la iglesia y el bingo, verdadero sancta sanctorum de ellas y de otras vecinas del barrio, que no encuentran sentido a la vida sino es con un cartón lleno de numeritos delante sus ojos. Hubo una temporada que estuvieron muy enganchadas, y llegaron a delinquir, robándole el premio obtenido a otra vecina de la cual eran y son enemigas acérrimas, principalemente porque tiene un abrigo de visón y un novio policía, posesiones que siempre quisieron tener y que la vida, o el destino, nunca les ofreció. Como estuvieron muy cerca de ir a la cárcel, dejaron los robos a un lado y actualmente viven más tranquilas. Ambas se han aficionado a la buena vida tras una herencia inesperada que han sabido compartir. Cenan en lujosos restaurantes, se han aficionado al Gin-Tonic, acuden a fiestas y saraos, e incluso se fuman un porrito de maría después de comer mientras ven el "Tomate". Por si fuera poco, ya que el dinero les sobra, van a financiar el bordado de un manto nuevo para la Virgen del Copón Bendito, de la que son muy devotas, y que lucirá en su próxima procesión. Sin embargo, y pese a que pueda parecer insólito, no les ha tocado el bingo en la puta vida. Por eso siguen acudiendo religiosamente día tras día. No en vano le tienen hecha una promesa a San Cucufato.
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