jueves, 23 de diciembre de 2010

La Charada


Estamos en época de rebajas. Nos lo hacen saber cada día en la televisión, en la radio, en las revistas y periódicos, en las vallas publicitarias de nuestras calles. Por diversas circunstancias, hasta el día de hoy no me lanzaré a la aventura rebajeril. No voy a ir a las tiendas a las que voy todo el año porque suelo salir de mal humor maldiciendo lo mala -y lo mal- que hacen la ropa. Aprovechando la bajada de precios, haré lo que hice el año pasado: Iré a las tiendas caras. Más que nada, porque es la única manera de encontrar esa ropa que tanto te gusta a un precio que tenga menos de tres cifras.

No tan cara como esas tiendas es el surrealista local que os presento hoy en el fotolog: "La Charada". Cuando yo era pequeño, mi madre solía llevarme con ella a este lugar en el que un grupo de marujas convenientemente maquilladas vendían clandestinamente, en una casa vieja del centro, ropa de segunda mano. El centro de operaciones estaba a las mismas espaldas de unos grandes almacenes de nombre muy británico. Un lugar estratégico, como vemos. Al entrar había un salón bastante grande con una mesa de camilla en la que solían disponerse las marujas que regentaban el invento. Sus temas de conversación acerca de las telas eran verdaderamente apasionantes. Por base de datos tenían un cuaderno tamaño cuartilla. Por etiquetas, pequeños papeles adhesivos que, para que no cayeran, grapaban sobre los tejidos. Esta "Charada" que yo visité en los 80 tuvo su decadencia al abandonar el barco la madame, una septuagenaria señora que cedió su puesto a una cuarentona muy tetuda que bien podría haber sido la protagonista de una película porno de serie B. Desde entonces, esta curiosa y almodovariana tienda ha tenido diversos emplazamientos y ahora ya no sé si sigue existiendo. La última vez que pasé por ella estaba escondida en un pasaje del barrio de la Macarena y rodeada de locales de herreros, carpinteros y demás profesiones artesanales. Seguían vendiendo la misma ropa que hacía 20 años, con lo cual los tejidos eran maravillosos, encantadores, pero más propicios para carnavales que otra cosa. Sea como fuere, me gustaba ir a "La Charada" a cotillear esos trajes tan demodé y a ver entrar, medio a escondidas, a esas señoras tan bien puestas y con tanto amor por los cuellos con pelajes. Me gustaba ver cómo las jefas hablaban en torno a la mesa de camilla constituyendo un auténtico aquelarre postmoderno y absolutamente pop. Me pregunto si seguirá existiendo. Debe ser lo más. Porque siempre lo fue. Tan cutre y tan ilegal todo. Las marujas delinquiendo. Dí que sí.

Pos eso. Yo me voy a Purificación García, a ver si vengo con algo. Besos!
 

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