jueves, 23 de diciembre de 2010

La Sorda


La sorda era una mujer del pueblo de mis padres que salía cada atardecer de su casa con un carrito de madera de color verde repleto de golosinas para vender. Solía colocarse en alguno de los lados de la plaza o del paseo y se retiraba poco antes de la medianoche. Le llamaban "la sorda" porque tenías que gritarle para que ella se enterara bien si lo que le estabas pidiendo eran pipas o gusanitos. Solía ir mal vestida y bastante despeinada, y tenía bastante mala leche. Cuando yo era pequeño ya llevaba décadas trabajando en lo mismo. La sorda sufría las bromas y las burlas de todos los niños y niñas del pueblo. Tenía un bastón guardado para atizar si las cosas se le ponían mal. En no pocas veces recibía globos de agua. Otras veces se le perseguía hasta su casa cuando iba de recogida y luego se le llamaba a su puerta. Tuvo que aguantarnos muchas, demasiadas bromas. Las de mi generación y la de muchas más. Pero al día siguiente volvía a salir con el carro de las chucherías, muchas de ellas caducadas, y aparcaba en el mismo lugar.

Hace ya unos años que su carro dejó de recorrer las calles del pueblo en esas noches de verano. Era una mujer rara, con cara de pocos amigos. Pero hoy recuerdo la visión de ese carro verde en el paseo, y la de perradas que le hicimos, y me da pena esta mujer, porque gracias a ella comimos chuches muchas generaciones, porque hay pocas cosas más bonitas que un carrito lleno de golosinas y porque, a su lado, Julián el de "Barrio Sésamo" era una copia barata.

Va por ti, Sorda!
 

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