jueves, 23 de diciembre de 2010

Er gorila que le salen dos toboganes der pecho


Como muchos sabrán, este año estuve viviendo, desde Septiembre hasta Junio, en Roquetas de Mar (Almería). En estos días supongo que estará atestado de gente y no se podrá vivir en aquella ciudad que se alarga durante kilómetros y kilométros buscando el mar y en la que hay más rotondas que papeleras, lo que origina unos atascos que en estos meses de verano supongo que serán como la muerte a pellizcos. Es lo que yo llamo una no-ciudad. Algunos geográfos de la corriente existencialista sabrían explicar esto bastante mejor que yo.

Se supone que el atractivo turístico de Roquetas reside en sus playas, pero yo, que vivía en frente del mar, no las subiría del aprobado. La temperatura es durante todo el año, eso sí, bastante agradable. Dichas estas cosas, para mí, el máximo atractivo de mi barrio no eran las playas, ni los clubs repletos de rusas, búlgaras y rumanas. No eran los invernaderos que se divisaban en lontananza, ni siquiera la ermita al aire libre de la Virgen de los Vientos (a la que no llegué a ir). No. El que partía el bacalao era este que ven en imagen, "er gorila que le salen dos toboganes der pesho". Frente a mi casa, y junto a un hotel de cuatro estrellas, se situaba una pequeña zona recreativa que lo mismo era visitada por los niños que por los ancianos del IMSERSO transportados desde los más recónditos lugares de la Península Ibérica. La estrella de dicho complejo era este gorila-tobogán gigante, paradigma kitsch donde los haya, cuya escalera trasera se introducía por el culo del simio para, a través de pasadizos oscuros, aparecer por el pecho del animalito. Casi nunca ví a ningún niño atreviéndose a penetrar en la oscuridad del gorila, algo que veo perfectamente comprensible, pero yo me he permitido el lujo de pintarlos y así hacerlo todo más interactivo. En efecto, la utilidad del mono no era la de servir de atracción a los nenes, sino la de funcionar como punto de referencia, de tal forma que, por ejemplo, cuando decía donde vivía, y citaba la avenida, los bares o el hotel, nadie dábase por aludido, mientras que era citar el mono y toda la gente sabía de qué le hablaba. Pos nada, un año he tenío yo a este mono, de unos 10 metros de altura como mínimo, mirándome enfrente de mi balcón. Pa cagarse vamos. Quien lo haya visto alguna vez sabrá de lo que hablo.
 
 

2 comentarios:

  1. pues siii yo vivo en Roquetas y tdo lo que as dihco es maloo ami me encanta Roquetas y el mono si da miediito pero una vez que te tiras esta chuloo pues n o te uvieras quedao a vivir hay -.-

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  2. Hombre, las playas no están mal. Arena de grano grueso que no se te pega demasiado, agua clara y a buena tamperatura, zonas para aparcar, no hay agobios...
    Tenias que haber buceado a pocos metros de la orilla para ver bancos de peces, arrecifes, zonas de posidonia... Las playas de Roquetas dan mucho de si. Saludos

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