Hoy termina la feria del pueblo de la Sierra Sur de Jaén en el que empecé mi carrera docente en febrero de este año. Un lugar escondido que me marcó, y al que aprendí a amar en días, o incluso en horas. Maravilloso por su entorno de montañas cargadas de olivos, nevados la mayor parte del tiempo que estuve allí viviendo. Maravilloso también por su gente, sencilla, clara, transparente. Y también maravilloso por sus personajes. Personajes que te encuentras perdidos en medio de la nada, y que son un ejemplo de creatividad y espontaneidad innata. Es el caso de la Tararero, de la que me hice fans nada más verla. Me gustaba ella y su magnífico, onomatopéyico y musical apodo a partes iguales. Gorda, desproporcionada, mayor, bigotuda, sucia, graciosa y. además, cantante. Podías encontrarla cantando un tema de Bisbal en la cafetería de abajo de casa, bailando en una tienda, gritando por las calles... siempre andaba muy rápido, como si tuviera prisa siempre, como si tuviera muchas cosas que hacer. Descubrí que existía una mañana de marzo en la "Cafetería Tobalín", mientras tomaba café con tres alumnas. Ellas fueron las que me dijeron: "Mira, ésa es la Tararero". Espero que siga tarareando por esa bonita sierra muchos años. ¡Y viva Jaén!
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