El año pasado estuve viviendo dos meses en Granada, durante Mayo y Junio. Al lado del Albaicín, que no es poco. Todo ser humano debería tener la suerte de poder vivir alguna vez en esta mágica ciudad, aunque fuera sólo por poco tiempo. Granada no es simplemente una ciudad. Es un estado de ánimo. El 28 de Diciembre volví por tres días a Granada y volví a experimentarlo. Paseo por sus calles en un constante estado de excitación, como si en cualquier momento la emoción me fuera a embargar. Mucha gente te hablará de Granada refiriéndose a sus tapas, a su vida nocturna o, cómo no, a la belleza de sus barrios, con la Alhambra dominando todo el espectáculo. Yo te hablaría de todo eso, también, pero para mí, ya lo he dicho, Granada es un estado de ánimo. Muy difícil de explicar. La ciudad más ciudad de todas las ciudades. Es en Granada donde el concepto de ciudad se hace más patente, en el sentido más antropológico del término. En pocas palabras: Amo Granada.
Vaya el dibujo de hoy dedicado a los tres pilares que tuve el año pasado en esa maravillosa ciudad: Mis amigos de Granada. A decir verdad, ninguno de ellos era de Granada. Es lo que tiene esta ciudad, que acoge tan pronto y tan bien a todo el que llega; Chus era de Almería. Me ayudó a buscar alojamiento, me enseñó los bares de la ciudad y las zonas de ambiente. Peter era de Jaén. Un encanto de persona. Un niño pequeño de 23 años y casi dos metros de altura. Aún recuerdo esa última noche en el Six Colors, jejeje. Y Gabi era de Cádiz. Mi apoyo occidental en Granada, jajaja, y ese apartamento en el centro en el que alguno que otro copazo nos metimos entre pecho y espalda.
Como digo, volví a Granada hace una semana. Todo fue viejo y todo fue nuevo a la vez. Con otras personas (Arturo y amigos, gracias por esos días), visitando otros barrios (Realejo, que apenas lo conocía), y casi sin entrar en casa. Ay, Granada, qué peligrosa eres en todos los sentidos!
Vaya el dibujo de hoy dedicado a los tres pilares que tuve el año pasado en esa maravillosa ciudad: Mis amigos de Granada. A decir verdad, ninguno de ellos era de Granada. Es lo que tiene esta ciudad, que acoge tan pronto y tan bien a todo el que llega; Chus era de Almería. Me ayudó a buscar alojamiento, me enseñó los bares de la ciudad y las zonas de ambiente. Peter era de Jaén. Un encanto de persona. Un niño pequeño de 23 años y casi dos metros de altura. Aún recuerdo esa última noche en el Six Colors, jejeje. Y Gabi era de Cádiz. Mi apoyo occidental en Granada, jajaja, y ese apartamento en el centro en el que alguno que otro copazo nos metimos entre pecho y espalda.
Como digo, volví a Granada hace una semana. Todo fue viejo y todo fue nuevo a la vez. Con otras personas (Arturo y amigos, gracias por esos días), visitando otros barrios (Realejo, que apenas lo conocía), y casi sin entrar en casa. Ay, Granada, qué peligrosa eres en todos los sentidos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario