Os presento a Antonio Díaz. Los años que estuve estudiando en un colegio religioso coincidí con personajes como éste, que tenía la gran habilidad de balancear al mismo tiempo un rosario y una bolsa de supermercado (si era de El Corte Inglés mejor aún) al son de marchas procesionales. Su habitación era todo un santuario kitsch y no faltaban instantáneas de la Santa Cena o de la Virgen de los Siete Dolores en sus misterios dolorosos estratégicamente distribuidas por las paredes color salmón.
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