Algunos fines de semana nos convertimos en seres informes con resacas increibles. Es lo que perfectamente me podría haber ocurrido hoy a la vista del sol que hacía cuando llegué a casa y teniendo en cuenta todo el dinero que me gasté en los bares, pero milagrosamente hoy no soy un ser informe. No tengo los ojos rojos ni me duele la cabeza, ni he vomitado ni demás historias escatológicas. Bendito Espidifén, que estás en los cielos. El que me metí entre pecho y espalda al llegar a casa después de haber cerrado a cal y canto todas las persianas de mi apartamento para convertirlo en un búnker perfectamente protegido del mundo exterior. Pues eso, mucho dinero, mucho vicio, poca resaca, pero poco sexo. Otra noche más sin follar.
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